Déjenme contarles un cuento.
Todo comenzó en Agosto, extraño año, en esa época ese mes me daba el inicio al año nuevo, no espero que me entienden en su totalidad – ni yo lo hago – solo era un año nuevo, el pasado había sido terrible, mudanza, coches encima de personas, cambios en mi estilo de vida, etc. Entenderán mis bajas expectativas y mi guardia alta, – en caso de que malas noticias se atrevieran a visitar otra vez – no quería nada, no hablaba nada y mis intereses no abarcaban más de 3 metros a la redonda, me había convertido en lo que se dice: un ermitaño.
¿Recuerdan esa película acerca de 4 amigos que se internaban en el bosque para buscar y apreciar un cadáver? La manera en que forjaron esa amistad bajo las alas de confianza, trabajo en equipo, compartir sus sentimientos y una insaciable búsqueda de aventura, era alentador, esperanzadora… sublime.
Pues mi historia que dio inicio ese mismo año no tiene la más remota semejanza a esa, la mía cuenta la historia de 4 idiotas que se reunían cada tarde después de la escuela para atiborrarse de comida chatarra, hacer estupideces, tratar de vencer a la física con experimentos pocos ortodoxos y hablar de cuanta trivialidad se les ocurriera. En definitiva era un cuarteto peculiar, algo así como los Beatles, pero en lugar de la increíble habilidad de componer música, lograban comer y fumar, tanto, que los dueños de Philip Morris y Sabritas edificarían una estatua para agradecer su contribución a sus humildes y humanas empresas.
De verdad era una extraordinaria amistad, llena de diferentes matices que contribuían con el toque de inocencia y estupidez que rodeaba el aura del lugar donde se encontraran. El mayor por 6 meses era el alegre, decía cualquier cosa que detonara las risas de los demás, mamon, hostil pero noble al final del día, se distinguía por ser el más inocente de todos y utilizaba el sarcasmo para de alguna forma minimizar el daño que esto – a sus ojos - provocaba. El segundo era como el papa, siempre sensato, sabía que decir, cuando decirlo y – lo que muchos no saben – el porqué decirlo, nunca hacia algo muy arriesgado pero si acompañaba a los demás a hacerlo, fue el primero en caer en las crueles pero atrayentes redes del amor, pero eso no impidió que siguiera frecuentando el círculo. Con el don de la música a su favor, complacía a los demás tocando las canciones que ellos quisieran, sin importar que tan diferentes – y créanme eran diferentes – los estilos de música elegían. El tercero en cuestión era – por votación de los demás – el más tonto del cuarteto, contaba con una brutalidad nata para actuar y una honestidad devastadora, con un cuarto de cavernícola en su sangre, el mejor remedio para algún problema eran los golpes, siendo cinta negra en Tae-Kwon-Do; extrañamente nunca pudo vencer al mayor, siendo este un debilucho, tal vez inconscientemente el mismo provocaba sus derrotas justificando que solo su amigo podía vencerlo – para ser francos su amigo se ensañaba en las luchas, tal vez inconscientemente sentía un deber como hermano mayor hacia el – , autodenominado el mas macho de los cuatro, era el picaflor por excelencia, siempre en busca de una pequeña presa que engatusar, con la labia y experiencia que años de ligar chavas le habían dejado, siempre tenía una nueva anécdota que contar, una nueva chica – del dia – que presentar y una nueva razón para no tomarlas en serio. El cuarto era el chico malo, rebelde, sin moral alguna, podía destruir a quien se le antojara y ser el mejor amigo del universo a la vez, contaba con una nobleza tacita, era como un perro que fue apaleado de cachorro – todos sabían que no se debían meter con él, pero sentían cierto cariño, casi fraternal – era tan simpático como agresivo, decía venir de los barrios bajos, nunca fue comprobado pero sin duda actuaba como si lo fuera.
Recientemente ésta historia llego a su fin, como la mayoría, no acabo bien – las buenas nunca acaban – tal vez fueron los caminos que cada uno tomo o sus intereses fueron cambiando, pudo haber sido la intromisión de unas piernas o el hecho que al final del día – lo dudo – no se estimaban tanto.
Y tal vez este pequeño fragmento no honre lo suficiente lo mucho que significo/a nuestra amistad, pero podría apostar un encendedor para gases –ustedes entienden – que sienten lo mismo que yo.
Todo comenzó en Agosto, extraño año, en esa época ese mes me daba el inicio al año nuevo, no espero que me entienden en su totalidad – ni yo lo hago – solo era un año nuevo, el pasado había sido terrible, mudanza, coches encima de personas, cambios en mi estilo de vida, etc. Entenderán mis bajas expectativas y mi guardia alta, – en caso de que malas noticias se atrevieran a visitar otra vez – no quería nada, no hablaba nada y mis intereses no abarcaban más de 3 metros a la redonda, me había convertido en lo que se dice: un ermitaño.
¿Recuerdan esa película acerca de 4 amigos que se internaban en el bosque para buscar y apreciar un cadáver? La manera en que forjaron esa amistad bajo las alas de confianza, trabajo en equipo, compartir sus sentimientos y una insaciable búsqueda de aventura, era alentador, esperanzadora… sublime.
Pues mi historia que dio inicio ese mismo año no tiene la más remota semejanza a esa, la mía cuenta la historia de 4 idiotas que se reunían cada tarde después de la escuela para atiborrarse de comida chatarra, hacer estupideces, tratar de vencer a la física con experimentos pocos ortodoxos y hablar de cuanta trivialidad se les ocurriera. En definitiva era un cuarteto peculiar, algo así como los Beatles, pero en lugar de la increíble habilidad de componer música, lograban comer y fumar, tanto, que los dueños de Philip Morris y Sabritas edificarían una estatua para agradecer su contribución a sus humildes y humanas empresas.
De verdad era una extraordinaria amistad, llena de diferentes matices que contribuían con el toque de inocencia y estupidez que rodeaba el aura del lugar donde se encontraran. El mayor por 6 meses era el alegre, decía cualquier cosa que detonara las risas de los demás, mamon, hostil pero noble al final del día, se distinguía por ser el más inocente de todos y utilizaba el sarcasmo para de alguna forma minimizar el daño que esto – a sus ojos - provocaba. El segundo era como el papa, siempre sensato, sabía que decir, cuando decirlo y – lo que muchos no saben – el porqué decirlo, nunca hacia algo muy arriesgado pero si acompañaba a los demás a hacerlo, fue el primero en caer en las crueles pero atrayentes redes del amor, pero eso no impidió que siguiera frecuentando el círculo. Con el don de la música a su favor, complacía a los demás tocando las canciones que ellos quisieran, sin importar que tan diferentes – y créanme eran diferentes – los estilos de música elegían. El tercero en cuestión era – por votación de los demás – el más tonto del cuarteto, contaba con una brutalidad nata para actuar y una honestidad devastadora, con un cuarto de cavernícola en su sangre, el mejor remedio para algún problema eran los golpes, siendo cinta negra en Tae-Kwon-Do; extrañamente nunca pudo vencer al mayor, siendo este un debilucho, tal vez inconscientemente el mismo provocaba sus derrotas justificando que solo su amigo podía vencerlo – para ser francos su amigo se ensañaba en las luchas, tal vez inconscientemente sentía un deber como hermano mayor hacia el – , autodenominado el mas macho de los cuatro, era el picaflor por excelencia, siempre en busca de una pequeña presa que engatusar, con la labia y experiencia que años de ligar chavas le habían dejado, siempre tenía una nueva anécdota que contar, una nueva chica – del dia – que presentar y una nueva razón para no tomarlas en serio. El cuarto era el chico malo, rebelde, sin moral alguna, podía destruir a quien se le antojara y ser el mejor amigo del universo a la vez, contaba con una nobleza tacita, era como un perro que fue apaleado de cachorro – todos sabían que no se debían meter con él, pero sentían cierto cariño, casi fraternal – era tan simpático como agresivo, decía venir de los barrios bajos, nunca fue comprobado pero sin duda actuaba como si lo fuera.
Recientemente ésta historia llego a su fin, como la mayoría, no acabo bien – las buenas nunca acaban – tal vez fueron los caminos que cada uno tomo o sus intereses fueron cambiando, pudo haber sido la intromisión de unas piernas o el hecho que al final del día – lo dudo – no se estimaban tanto.
Y tal vez este pequeño fragmento no honre lo suficiente lo mucho que significo/a nuestra amistad, pero podría apostar un encendedor para gases –ustedes entienden – que sienten lo mismo que yo.
3 comentarios to With a Little Help From My Friends:
Entiendo ese pasado, me siento identificado con 2 amigos que tenía ... pero bueno de ellos aprendes.. y lo bueno se acaba para entrar a otra cosa buena no? .. abrazos.. y aplausos.
Recuerdo esa película que comentas: Stand by me. La vi cuando tenía como 10 años.
Verás: una cosa llevó a la otra (bueno: un comentario en el blog de Marino, en realidad) y ps terminé en Champy Al Aire. Ta cool. Hay cosas que no entendí (chistes locales, claro) pero esta entrada me gustó en particular. Sobre todo, esa parte que dice: "-las buenas nunca acaban- tal vez fueron los caminos que cada uno tomo o sus intereses fueron cambiando". Sí, así pasa, men.
¡Saludos!
DAMN!!! Yo conozco esas piernas
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