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Domingo

domingo, 28 de octubre de 2012


Probablemente para estas fechas del año ya nadie visite mi blog, es más, seguramente algunos ni siquiera recordarán que existía esta página donde solía escribir cuanta cosa pasaba por mi mente.

Aunque no lo crean, al menos una vez a la semana me llenaba la cabeza con promesas muy serias acerca de volver a escribir. Pero siempre fueron esas promesas que aunque deseas cumplir, sabes en el fondo que cualquier cosa puede evitar que se hagan realidad. Por ejemplo, a veces, me propongo comer más saludable, pero esa resolución se ve detenida cuando, a la hora de la comida, mi compañera de trabajo Cony me hace un berrinche porque quiere comer tacos.

Tengo miles de promesas sin cumplir, si no fueran a mi mismo y en cambio se las hiciera a un amigo o familiar, para este punto ya no me hablarían y me verían con cara de “no te creo nada, PRI”.  

Afortunadamente yo no soy tan resentido, y mucho menos conmigo, digo, si me enojará conmigo mismo, los trayectos al trabajo no serían tan divertidos, porque soy el clásico tipo que ves divagando consigo mismo y riendo en voz alta por algo que recordó. No puedo evitarlo, me encuentro muy divertido.

Sospecho que el momento en el que mi promesa de volver a escribir se volvió más seria fue cuando mi mejor amiga Mirián me contó que contraería matrimonio en Diciembre. Recuerdo que pensé: ¿Contraer matrimonio? Suena a que “matrimonio” es la única palabra buena que le puede seguir a “contraer”. No me imagino a mi amiga gritándome: ¡Contraje gonorrea! Mientras agita sonrientemente un papel que indica el diagnostico. Mucho menos me imagino gritando histéricamente y alzando los brazos como colegiala en el concierto de Justin Bieber.

Después del alboroto causado por la noticia, me pidió que fuera su padrino (aunque en realidad soy su damo de honor, porque las mujeres no tienen padrinos), y junto a esa responsabilidad me invitó a compartir unas breves palabras el día de la ceremonia.

Así que ahí me tenían, feliz por mi amiga y asustado por mí, por aquel muchacho que no había escrito ni una sola palabra por meses. Obviamente no le compartí ese miedo a mi amiga, sería como si tu abogado te dijera: ¿Te quieren quitar tu casa? Claro que acepto el caso, aunque debo advertirte, no he visitado los juzgados desde aquella vez que me acusaron por orinar en la vía pública.

La más lógico sería que inmediatamente después de la noticia, me hubiera puesto a escribir como desquiciado para recuperar el hábito y con un poquito de suerte, escribir algo decente el día  en que mi mejor amiga contraería una persona para toda la vida. Pero existía un pequeño problema: mi miedo a las hojas en blanco regresó más fuerte que nunca, y cada vez que abría un nuevo documento en mi computadora (o en la de la oficina) mi mente empezaba a recrear escenas en las que tras leer mi discurso en la boda, los invitados empezaban a aventarme jitomates, lo cual me llevaba a pensar mientras recibía dignamente los golpes rojos ¿por qué la gente llevaba jitomates a una boda? Y después, ¿por qué jitomates? la fruta que más odio en el mundo, por qué no jícamas o lechugas, o mejor aún, cigarros. Cuando llegaba a ese punto ya no podía concentrarme o algún compañero del trabajo me interrumpía con alguna trivialidad por las cuales me pagan.

Afortunadamente, cayó en mis manos el libro de David Sedaris, un humorista norteamericano que me devolvió la confianza en escribir textos sencillos, graciosos y muy enriquecedores para todo aquel que necesite una inyección de inspiración en su vida.

Pero aún faltaba algo para que de una vez por todas me pusiera a escribir, y eso era tiempo. No es que yo sea un socialite que vive de fiesta en fiesta, o un workaholico que toda su vida se la entrega al trabajo. No, nada más alejado de la realidad, pero es que cuando alguien se la pasa bien, pierde la noción del tiempo. Además, estoy seguro que hasta la persona más ocupada del universo, en algún momento u otro, termina un domingo aburrido en su casa. Eso me pasó a mí y por eso estoy aquí, de vuelta en mi blog, escribiendo cuanta cosa pasa por mi mente.

Si regresas a mi blog, cierra la puerta y disfruta el viaje. 

3 comentarios to Domingo:

É. E. dijo...

El libro de David Sedaris "cayó en tus manos" ¡Qué mentira, yo te lo di! Merezco mi crédito. :P

Champy dijo...

Te daré todo el cédito que mereces, por todo lo que me has dado, no sólo el libro, todo.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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