Buenas noticias: ¡Ya no como solo! Así es, recientemente he disfrutado de la compañía de un cuate que fue contratado en una empresa muy cercana a la mía, y al igual que yo, también necesitaba de un compañero de fondita.
Además de que la gente ya no me ve con cara de “Pobrecito, ese muchacho que se ven tan agradable no tiene con quién comer”, también disfruto de una platica amena mientras me deleito con los guisos de “Las cazuelas”.
En una de esas platicas salió el tema de las relaciones. Durante el consomé hablamos de posibles prospectos (bien casanovas los dos). Que si salgo con alguien, que si él sale con alguien; que si la chica del departamento legal le hizo ojitos o que si sería buena idea salir con la señora de intendencia. Él se siente como niño en juguetería; una empresa nueva, personas nuevas y lo mejor: antes sus oportunidades se limitaban porque su antiguo trabajo se encontraba en Snob-Fe, ahora un mundo lleno de posibilidades se abre en Todoesposible-Reforma.
Mientras lidiábamos con la clásica decisión arroz/spaghetti, el tema continuó con nuestra soltería. Al igual de rápido que nos acabamos la ración de arroz, el tema terminó. Los dos concluimos rápidamente las causas del porqué seguiremos siendo solteros cotizados (ándale pues). Él no está preparado para formalizar; su carrera se está proyectando, tiene una nueva chamba y con ello nuevas responsabilidades. No desea involucrarse con alguien si no puede ofrecerle el tiempo que merece.
Yo, pues estoy bien, saturado de chamba, entre las revistas, la agencia y las clases; a duras penas tengo tiempo para mí mismo, y créanme, mí mismo es muy demandante.
Con el tanque a la mitad, yo elegí de plato fuerte una pechuga de pollo rellena de champiñones (¡caníbal!) sobre salsa de queso; mi amigo escogió una clásica pero bien sazonada milanesa con ajonjolí y ensalada. Después de pasarle mi jitomate (m·$”da roja) a su plato, continuamos con la platica. El tema: relaciones pasadas.
Me contó acerca de la relación tormentosa que vivió en el pasado. El drama que fue y bueno, no pudo dejar más claro el tema con la frase: “La chancla que tiro no me la vuelvo a poner”.
En cuanto a mí, en lugar de explayarme del por qué no quiero tener a nadie por el momento y de la promesa que había hecho (bien novelesco), desvié el tema y le platiqué la situación amorosa de dos amigos:
Caso 1: Mi mejor amigo de la universidad se comprometió con su chica a finales del año pasado. A inicios de este año los arreglos estaban en proceso; el salón apartado, el padrino emocionado (ósea yo), el novio trabajando para pagar las cuentas y la novia con dudas. Mismas que la llevaron a terminar la relación.
Mi amigo con el corazón en la mano no tuvo más remedio que adherirlo con un post-it de vuelta a su pecho. Yo como buen casi-padrino, traté de ayudar, pero no había mucho que hacer, sólo dejar que el tiempo pasara (y claro, organizar una fiesta, eso en mi siguiente post).
Caso 2: Una de mis mejores amigas de la secundaria, tras 1 año de relación se entera que su novio le pone el cuerno. No contaré los detalles, sólo que fue bastante desagradable.
Era la clásica pareja que todos hemos visto en la calle y nos preguntamos: ¿Qué fregados hace ELLA con… eso? Fui testigo de cómo la autoestima de una hermosa mujer cayó en el basurero. Con la ayuda de Ximena, poco a poco trabajamos en reconstruir a la mujer que hemos visto crecer por 12 años; segura, hermosa e inteligente, aún estamos trabajando.
Al escuchar estas historias, mi amigo preguntó: ¿Qué harías si te enteras que alguno de ellos regresó con su ex?
Yo contesté:
Yo creo que no es malo regresar con tu ex, siempre y cuando te asegures que regresas por crème bruleè y no por simple gelatina. Por ejemplo:
Los exes de mis amigos tuvieron en sus manos una copa llena de Crème bruleè; saborearon el caramelo, comprobaron su exquisita textura y disfrutaron el inigualable sabor de la crema, pero, aún así no fueron capaces de valorarlo y lo perdieron. De ahora en adelante tendrán que conformarse con gelatina; simple gelatina de bolsita, de esas que cuestan $5 pesos en una tienda de abarrotes y se hacen de un día para otro.
En cambio, mis amigos probaron el sabor de la gelatina y saben que para ellos hay algo mejor más adelante. Jamás regresarán a comer gelatina y mucho menos una que ya probaron con anterioridad. Tanto ellos como yo sabemos que no hay nada peor que ser un saltapatrás.
- ¿Ósea que tu ya has probado la gelatina? – me preguntó mi amigo.
Supongo, pero jamás me he quedado demasiado tiempo para confirmarlo. No he tenido muchas relaciones pero de las pocas, estoy seguro que han sido con crème brulèe, y por respeto a mí y mi pasado, jamás andaría con una gelatina.
Después de mi breve discurso, el mesero (y la coincidencia) se acercó para ofrecernos el postre: gelatina de fresa. Al unísono contestamos que no. Preferimos terminar esa buena comida y platica con un cigarro.
Conclusión: si alguna vez han tenido la suerte de probar el crème bruleè y por cualquier razón se les fue de las manos; no se conformen con gelatina de bolsita, esa es instantánea, barata y en cualquier pueblo la encuentras. Estoy seguro que todos mis lectores al igual que yo y mis amigos, son copas de delicioso crème bruleè.
¡Bon Appetit!