Mi ultima entrada hizo que abriera los ojos a una realidad: el transporte público no es tan bueno como lo pintan. Lo que para mí era una inyección de adrenalina vivir una carrera de microbuseros, para otros era algo “peligroso” e “inconsciente”. Cada vez que alguien se subía al metro a cantar canciones de los 80´s, mi imaginación me transportaba al set de American Idol, los demás pasajeros deseaban estar sordos. Incluso, cuando un vendedor subía a decir:
“Señor, señorita, disculpe las molestias que le vengo ocasionando al interrumpir su viaje o su tiempo de descanso. Acabo de salir del reclusorio oriente y no tengo la posibilidad de conseguir un trabajo para mantener a mi familia. Por esta razón me veo en la penosa necesidad de pedirles una moneda que no afecte su bolsillo. Fácilmente podría subir a robarles apuntándoles con un arma mientras les recuerdo que tienen hijos y familia esperándolos en casa. Probablemente podría traer un cachorrito y amenazarlos con matarlo si no me dan dinero. Pero no, yo quiero ganarme la vida honradamente…”
Todos en el camión pensaban que era una amenza, pero yo no, yo lo veía como un vendedor nato, un gran negociante.
En fin, tome la decisión de alejarme del gusano subterráneo naranja y demás transportes públicos, más que nada porque mis destinos cada vez son más distantes el uno del otro. Así que rompí el cochinito y me compré un coche.
La idea que todos tenemos del primer coche que compraremos, viene patrocinada por la mente utópica de un duende mágico. Actualmente la elección viene acompañada por seguro de vida, comisiones por apertura, seguro del auto, enganche, mensualidades; y demás palabras que hace 2 semanas no me interesaban en lo más mínimo.
Después de visitar varias agencias de automóviles, tianguis de seminuevos, la republica de Argentina en el centro (oh bueno, uno tiene que checar opciones); consultar con mis familiares, amigos y contactos de Facebook y analizar todos los coches que hay en el mercado, excepto: Clio, Megan y Matiz (porque ni los de su empresa los compran), decidí irme por lo que conocía y me gustaba: un auto japonés.
¿Por qué les platico esto? ¿Acaso estoy utilizando mi blog como herramienta para incrementar mi orgullo y vanidad? ¿En verdad creo que les interesa saber que tengo coche nuevo? Es más ¿Alguno de ustedes sabía que se manejar?
Este blog está lleno de las cosas que vivo, de lo que pienso (por eso tan poquitas entradas) y de lo que opino. El comprarme un coche con el sudor de mi frente (sí, mi sudor cotiza en la bolsa), es un motivo de orgullo para mí y por eso lo comparto con ustedes.
Por razones de seguridad no voy a decir el coche que me compré, no quiero que mis miles de fans anden buscando un Aston Martin azul en la colonia Roma, de 9:00 am a 6:00 pm, entre Colima y Puebla. Sería muy molesto tener que repartir autógrafos frente a mi trabajo entre el metro Insurgentes y Cuauhtemoc. O que cada vez que salga a fumarme un cigarro alrededor de las 12:00 pm, los paparazzis empiecen a fotografiarme.
Antes de terminar la entrada, es justo que agradezca a todas las personas que me llevaron y trajeron de la escuela, fiestas, casas, etc.