Para el trayecto de regreso a casa tengo muchas opciones de rutas. Hoy, por cuestiones del destino decidí tomar la ruta: Gustavo Baz-Mi casita.
Viajaba muy cómodo en el camión, la luz estaba prendida así que aproveché para leer la revista Chilango que afortunadamente llevaba en mi mochila. El transcurso iba de lo mejor, nada de tráfico, la lluvia había cesado y la noche expedía un aire de inmensa tranquilidad.
De repente, en una parada escuché varios gritos y a un hombre diciendo:
“A ver hijo de tu puta madre, eres un cabrón, por poco me sacas del camino; ¡claro!, te sientes muy mamón porque traes una enorme chingadera manejando. Ándale a ver si eres tan chingón, bájate y rómpenos la madre, hijo de tu padre madre" (sic).
Entonces, el chofer del camión sorprendido por el arranque de cólera del hombre y sus compañeros en cuestión, volteó a vernos a todos los pasajeros y nos dijo:
“Colegas (pues, ¿cuándo me vio de microbusero?), necesito de su apoyo (en ese momento pensé que estallaría en llanto y nos pediría apoyo moral) y que todos nos juntemos (¿nos agarramos de la mano?) para partirles la madre a esos hijos de la chingada (¡Ah!, entonces los conoce)” (sic).
Sin dejarnos contestar, el chofer retó a "los de abajo" a batirse en duelo (que poético soy). Y como dice el dicho “El valiente dura hasta que el cobarde quiere”, el conductor y sus amigos decidieron retirarse intempestivamente.
Estimados lectores, no pude evitar preguntarme a mi mismo ¿Qué hubiera hecho en el dado caso de que el enfrentamiento sí se hubiera dado?”
Las opciones que se me ocurrieron son:
A) Me acerco al chofer y le digo: “Compadre, usted dígame a quién nos tenemos que chingar y ya sabe que yo sí rifo”
B) Me bajo del camión e imparto un poco de conciencia diciendo: “Señores, actualmente el mundo se ha unido para compartir un evento que sólo se realiza cada 4 años. Si muchos países que no hablan el mismo idioma, tienen costumbres diferentes, viven separados por miles de kilómetros de distancia; encontraron la forma de olvidar sus diferencias y jugar un partido de futbol. ¿Por qué nosotros no podemos olvidar este pequeño percance y seguir nuestros caminos a casa?
C) Revelo mi identidad secreta: Champy-San, vigilante de las calles y protector de almas inocentes. Entonces, todos se hubieran cuadrado y continuado su trayecto sin chistar; claro, por miedo a que les diera sus pataditas.
D) Me escondo debajo de los asientos, saco mi rosario de billetera y una pequeña hoja de plegarias para casos de emergencia. Después de terminado el conflicto reúno a todos e inicio un canto de victoria.
E) Simplemente me bajo del camión y tomo uno diferente.
Es triste saber que la opción por la cual hubiera optado es la más aburrida de todas. Ni modo… “Más vale pájaro en mano que Champy en pedacitos”.
Señores, buenas noches y buena suerte.
Nota: Esta entrada la escribí en la noche.